María del Mar Morales
Health coach - Esp. en Nutrición
Vivir en una “zona de confort” implica experimentar una continua sensación de comodidad y seguridad que puede resultar difícil de abandonar, pero ¿por qué deberías intentarlo?
Sentirse segur@ y comod@ no tiene nada malo, sin embargo en muchas casos estas sensaciones se pueden convertir en un limitante del crecimiento personal y en una barrera que te impida explorar un mundo de infinitas posibilidades.
Además, y más a menudo de lo que crees, esa sensación de confort está desligada de la paz y la felicidad, como cuando llevas 15 años en el mismo trabajo que odias pero que te brinda estabilidad laboral y comodidad financiera, o cuando sigues sumergid@ en una relación tóxica por miedo a quedarte sol@.
En otros palabras, una persona que se encuentra en su zona de confort vive una vida con el mínimo riesgo posible aunque esto implique sacrificar oportunidades de crecimiento personal, profesional, emocional y espiritual.
Pero, ¿cómo saber si estás en una zona de confort? Veamos.
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Señales de que estás en una zona de confort
Algunas señales de alerta que pueden indicarte que necesitas asumir algunos riesgos y cambiar ciertos hábitos son:
- Estás estancad@ en tu carrera profesional
- Nada te emociona demasiado
- Sigues la misma rutina todos los días
- Siempre pides lo mismo en el restaurante
- No recuerdas la última vez que te hiciste un cambio de look
- Te emociona más el pasado que el futuro
- Procrastinas todo el tiempo
- Vives estresad@
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Estrategias para pasar de la zona de confort a la zona de crecimiento
1. Realiza cambios en tu rutina diaria
Las 24 horas de tu día son preciosas oportunidades para desafiarte, así que empieza por realizar cambios en los hábitos más sencillos y fáciles de sustituir, y luego ponte retos más complejos.
Algunos ejemplos que pueden servirte de inspiración son:
- Toma una nueva ruta hacia el trabajo
- Apaga tu teléfono al llegar a casa
- Date un cumplido frente al espejo
- Acuéstate una hora antes
- Escucha música mientras cocinas
- Hazte un masaje en los pies
- Bebé té verde en lugar de café
2. Haz algo que nunca has hecho
¡No te asustes! No estamos hablando de cosas peligrosas o extremas, pero sí de actividades que nunca te han interesado o que nunca se te han cruzado por la cabeza.
Al menos 1 vez al mes haz algo diferente que te demuestre todo de lo que eres capaz. Algunas ideas:
- Escribe un poema
- Corre una maratón
- Viaja sol@
- Prueba un plato exótico
- Monta un caballo
3. Muévete hacia tus miedos
Busca una hoja y un papel y empieza a escribir tus principales temores. También puedes preguntarle a alguien cercano que te conozca bien para complementar tu lista.
Ahora empieza a incluir actividades que te ayuden a enfrentar esos temores que has escrito. Aquí te dejamos algunos ejemplos:
- ¿Eres tímido? Inicia una conversación con un desconocido
- ¿Le temes a la crítica? Pregúntale a los demás qué opinan de ti
- ¿Te aterra la vejez? Haz voluntariado en un ancianato para empezar a normalizar esta etapa
- ¿Miedo al rechazo? Invita a alguien a salir
4. Emprende un nuevo proyecto
Nada como la perspectiva de una nueva meta para desestabilizar tu rutina, así que empieza un proyecto que le imprima motivación a tu día a día, no importa si es grande o pequeño, profesional o personal:
- Organizar una encuentro familiar
- Crear un canal de youtube
- Pintar un cuadro
- Cambiar de look
- Crear un grupo de voluntariado
5. Busca ayuda
Ceder ciertas responsabilidades te ayudará a salir de tu zona de confort, así que empieza reconociendo que no siempre tienes el control ni las capacidades para superar sin ayuda ciertas dificultades. Por ejemplo:
- ¿Te sientes sol@? Llama a un amigo
- ¿Te sientes enferm@? Ve al médico
- ¿Estás deprimid@? Ve con un psicológo
- ¿Te estancaste en tu peso? Busca a un nutricionista
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